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I Come With the Rain

viernes, 8 de enero de 2010 , Posted by Lautreamont Jr at 20:49



Tran Anh Hung es uno de esos directores que pueden ser facilmente malinterpretados: sus películas son amadas por criticos esnobistas, no poseen guiones llenos de vertiginosos giros y poseen un trabajo visual demasiado hermoso para su propio bien. Sin embargo, y para el ojo entrenado, el anterior cuerpo de trabajo de Tran Anh Hung escarbaba en la tormentosa historia de su natal Viet-Nam y sus experiencias creciendo en ella (el director radica en Francia): lo que hay en
The Vertical Ray of the Sun o The Scent of Green Papaya es un grito de impotencia y rabia por un momento ídilico perdido para siempre (sin meterse en los accidentados terrenos de la política del país, cabe hacer notar)




Ahora, I Come With The Rain... Kline (Josh Harnett) renunció a la fuerza policiaca en Los Angeles tras un macabro caso que involucraba a Hasford (Elias Koteas) un asesino serial/canibal que hacía esculturas con cadáveres humanos y ahora se encuentra en el negocio de la investigación privada. Kline es contratado para rastrear a Shitao (Takuya Kimura) hijo de un multi-millonario, (aparentemente) perdido en las Filipinas.
La investigación lo lleva a Hong Kong, donde Shitao, despues de ser dado por muerto, vive como un vagabundo, curando a los desposeídos y expulsando a los malos espíritus.

La busqueda de Kline lo llevara a cruzarse con Meng Zi (Shawn Yue, de Infernal Affairs) un policia amigo suyo y su investigación al rededor de Su Dongpo (el gran Lee Buyng-Hun) un traficante de heroína coreano con una novia enganchada con la aguja (Tran Nu Yên-Khê, a quien vimos en The Vertical Ray of the Sun).



El hilo conductor de toda la cinta es la interminable busqueda de la redención personal: los protagonistas van tras ella intentando reafirmar sus propias existencias y vadear sus propias obsesiones (sea el deseo de posesión, la perdida de la inocencia o la ética laboral), el toque magistral de Tran Anh Hung, que logra elevar la propuesta mas allá de ser simplemente una interminable cadena de escenas de una pretensión insportable, es el anclar las ideas a tres de los más grandes lugares comunes del cine occidental: el detective privado, el asesino serial y la figura del Cristo, enmarcadas en la ciudad donde el oriente se encuentra con occidente, testigo de inumerables brutalidades, pero de enormes capacidades artísticas y creativas, cruel, pero hermosa, plástica, pero de alma inmortal, siempre mirando al cielo...

Casi como las personas interesantes...

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